• marzo 25, 2020
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MUJER RURAL CUSTODIA DE SEMILLAS PARA LA SOBERANÍA ALIMENTARIA

«Durante miles de años las mujeres hemos sembrado las semillas, las hemos cuidado, las hemos multiplicado para la alimentación de la humanidad. Son libres y caminan con nosotras por los territorios. Representan la cultura de los territorios en sus formas de uso para la alimentación, la medicina, las artesanías, la conservación de los suelos y el agua, los usos espirituales y rituales. Son resistentes a los insectos y a las enfermedades y se adaptan al cambio climático. Producen alimentos sanos, no necesitan agrotóxicos.» Velma Echavarría, Riosucio – Caldas

La semilla y la mujer son creadoras de vida, ellas se entienden y se quieren. Las mujeres crearon las semillas que hoy soportan el sistema alimentario, es por ello que en las culturas antiguas y aún hoy conservan sus costumbres agrícolas. La mujer es responsable de la buena fertilidad de la semilla y la buena producción de alimentos. Su ciclo de vida corre al ritmo de la luna, al igual que los ciclos de siembra y cosecha. Tanto la mujer como el hombre deben estar preparados para el momento de la siembra en la luna adecuada. No es recomendable tener relaciones sexuales antes del día de la siembra, ni la mujer debe entrar a la huerta con la menstruación en ciertos ciclos del cultivo. Es una relación de la naturaleza que la modernidad no entiende y ha perdido, como se han perdido muchas culturas por sincretismo o aculturación.
Hoy, igual que antes, las mujeres rurales participan de algunas labores agrícolas según su cultura, pero en la mayoría de casos las mujeres están relegadas a los espacios domésticos, donde muchas de ellas han podido mantener el control sobre el alimento familiar con el apoyo de los hijos (as). Es así que el patio o la huerta con sus componentes animales, hortalizas, hierbas medicinales y artesanales, frutales, etc. sigue siendo el espacio de creación y producción más importante de las mujeres, para fortalecer su autonomía y mantener la soberanía alimentaria. Acá las mujeres conservan sus semillas, las reproducen y comparten con sus vecinas.
Sin embargo, en la cultura occidental – cosmovisión moderna liberal11, el patio ha perdido valor en tanto no genera ingresos monetarios, lo que si sucede con el espacio productivo de los hombres, el cual es predominantemente de monocultivos destinados principalmente al mercado y cada vez en mayor medida con semillas compradas. En este modelo la mujer ha sido relegada al trabajo de preparación de alimentos para los hombres que realizan las labores de labranza de la tierra, la siembra y el mantenimiento de los cultivos.
Las mujeres que no han perdido ese conocimiento y afecto por la agricultura y las semillas, han logrado influenciar los hombres y se ganan espacios importantes en la economía familiar; ellas deciden el tipo de semillas que hay que conservar para mantener la cultura alimentaria y hasta participan en su siembra y mantenimiento. Las mujeres campesinas e indígenas en Nariño, Boyacá y otras regiones paperas riegan la semilla de papa, mientras el hombre labra el surco; las mujeres zenú seleccionan y limpian el maíz que va a sembrar su compañero. La mujer embera carga, siembra y cosecha la semilla de plátano que se va a sembrar en familia después que los hombres han realizado la labor de roza y tumba.
En la misma idea de valorar el trabajo de la mujer con las semillas y su aporte a la soberanía alimentaria, se propone que la agroecología sea femenina, “no hay agroecología sin participación de la mujer”, es el discurso de las plataformas de mujeres de MAELA. De esta manera es que podemos cambiar el sistema de producción dominante que promueven las empresas y las políticas gubernamentales, transgrediendo el modelo de producción machista y privatizador.
Hoy las redes de custodios(as) y guardianes de semillas se enfrentan a la pérdida de la agrobiodiversidad. La FAO estima que se ha perdido cerca del 75 % de las especies agrícolas debido principalmente a la agricultura moderna, la cual no emplea más de 150 especies. Contrario a esto la agricultura campesina y étnica utiliza más de 7.000 especies, las cuales son la base del trabajo que realizan miles de agricultores y agricultoras en todo el mundo.

En el mundo de hoy existe una gran preocupación por la pérdida de las semillas, pero es aún mayor la preocupación cuando se piensa en los efectos del cambio climático. Es por ello que la labor de las redes de semillas y las mujeres que en ellas participan debe ser muy valorado. Estas deben lograr mantener la diversidad actual, abastecer de semillas de buena calidad a las comunidades y adaptarse al cambio climático. Para todo esto es necesario reconocer y valorar esa gran diversidad de semillas nativas y criollas que mantienen campesinos, indígenas y afro en sistemas de producción tradicionales.
En Colombia quince redes de custodios y guardianes de semillas se articulan en la Campaña Semillas de Identidad y han desarrollado la propuesta de las Casas Comunitarias de Semillas como una alternativa para abastecer las comunidades de semillas de buena calidad y agroecológicas. En este proceso donde participan cerca de 500 custodios de semillas, el 50% son mujeres. Ellas comparten sus conocimientos y desarrollan ensayos de producción de semillas, especialmente de hortalizas como cilantro, habichuela, tomate, crucíferas, cebolla.
Las mujeres han sabido aprovechar sus pequeños espacios de producción en las huertas para la producción de semillas, pero también los han adecuado con invernaderos y sistemas de riego donde es necesario. Otras se han asociado para producir abonos y biopreparados que ayudan a mejorar la fertilidad de los suelos. También están participando en la construcción del Sistema Participativo de Garantía – SPG, mediante el cual se elaboran protocolos y se llevan registros para garantizar la calidad y trazabilidad de las semillas en el campo y en la CCS.
Todas las mujeres participan en la producción de semillas, pero además buena parte de ellas llevan semillas a las CCS, donde a la semilla recibida se le hacen pruebas de germinación, secado y es llevada a la nevera para garantizar un buen almacenamiento y conservación.
La participación de las mujeres en las redes de semillas les ha permitido además mejorar sus ingresos por la venta de semillas. En algunas redes la venta de semillas que realizan directamente las mujeres llega a ser hasta de un millón de pesos en el año, algo muy significativo, si se considera que es un ingreso que antes no se tenía. Por supuesto esto también ha implicado que las mujeres dediquen una parte de su tiempo a esta actividad que será necesario analizar para no generar una mayor carga de trabajo para ellas.

Mauricio García

Coordinador Proyecto SEMILLAS DE IDENTIDAD

Fotografías Viviana Sánchez Prada

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